jueves, 19 de mayo de 2016

"EL PRUSIANO" Cuento breve de Patricia Hart / Teatro y Neurociencias

EL PRUSIANO
Cuento breve de Patricia Hart
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"El Prusiano" Cuento breve de Patricia Hart"
Ulrico Brüning era experto en salto y convincente para encauzar corceles mañosos. Eximio jinete, gozaba de un físico privilegiado. Había sido combatiente de caballería durante el largo conflicto que enfrentó a los prusianos con Napoleón. Fue condecorado por el Rey Federico Guillermo III con la Cruz de Hierro de Segunda Clase, en reconocimiento a su bravura en los campos de batalla. El monarca también lo nombró Margrave de  Würtemburg, título de los jefes de las regiones fronterizas. Contaba apenas con diez y siete años cuando le fue otorgado ese título. Los nobles, aristócratas y militares de la sociedad prusiana comenzaron a invitarlo a las recepciones que organizaban en las residencias palaciegas. En ellas, a pesar de su juventud, sobresalía por su amplia preparación intelectual.
Los oficiales de alto rango se acercaban a él, con cautela, interesados en sus ideas de modernización del ejército. Comprendían, en silencio, que estas transformaciones podrían convertir a las fuerzas militares prusianas en una potencia capaz de frenar al entonces imparable ejército napoleónico. Los nobles lo miraban condescendientes. Los aristócratas civiles más viejos reconocían en el joven fuerzas ya perdidas. Y todas las mujeres, sin excepción, fuera cual fuese su jerarquía, edad o posición en la nobleza, quedaban cautivadas al escucharlo y mal disimulaban su excitación mientras lo imaginaban potente y generoso en los juegos de alcoba. Todo esto aumentó su prestigio. Los hombres lo envidiaban, más que por la condecoración y el título, por la admiración que despertaba en el sexo femenino.
La Condesa de L. esposa del General V. W., en el afán de recibir sus favores, consiguió mediante ardides, establecer una íntima relación con Ulrico, que duró varios encuentros. Aunque le doblaba la edad, la mujer no le daba respiro al joven. Las otras damas de la corte, no tardaron en saber de la existencia de estas citas. Cada una rumiaba en secreto la insufrible condición de pertenecer al grupo de las “no elegidas” por el joven para compartir su cama. La imposibilidad  de soportar tal indiferencia las llevó a elaborar, en complicidad, una estrategia para eliminar a la audaz oponente. Guiadas por la envidia pusieron en marcha un plan que contemplaba poner en conocimiento del general, los encuentros de su esposa con el joven Brüning.
Para ello se valieron de un mensajero, que de manera anónima y con los bolsillos hinchados de recompensa, llevó a cabo la encomienda. Una vez que las mujeres se aseguraron  el éxito del primer paso, se dedicaron a entretejer la espera de los acontecimientos.

Un día, el general sorprendió a su esposa y al joven Ulrico mientras estaban enredados en una erótica lucha, con más sudor que en un campo de batalla. De pie, en el marco de la puerta, vestido con su uniforme y con la inmovilidad del que está conteniendo la furia del deshonor y  la humillación, dejó que su silueta se proyectara en las sábanas. Los amantes, cubiertos por la sombra, sintieron frío. 
La esposa vio al general que avanzaba hacia ella con el sable en alto.
Ulrico reconoció en el rostro de la mujer la perplejidad de una amenaza y de un salto alcanzó su sable.

El general también alcanzó a ver al joven con el sable en alto. Y después no vio nada más. No podía ver. Ulrico le había partido la cabeza de un sablazo.

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