martes, 23 de septiembre de 2014

ME ENTERNECE NUESTRA HUMANIDAD CON TODOS SUS MIEDOS Artículo de Patricia Hart Teatro y Neurociencias / Patricia Hart

ME ENTERNECE NUESTRA HUMANIDAD CON TODOS SUS MIEDOS
Artículo de Patricia Hart
Teatro y Neurociencias / Patricia Hart
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Estamos en una etapa donde la consideración de los temas que se traten, pasa más por la interrelación de las partes de un todo, por el movimiento y la modificación y por el proceso de cambio permanente, que por un simple enunciado de los elementos que lo componen. Dicho de otro modo sería el tratamiento funcional de los sistemas considerándolos como un conjunto formado por partes que se relacionan.
Es muy probable que esta perspectiva, que privilegia la transformación, mutación continua o “mudanza” (linda palabra, me gusta cómo suena, es musical) de los entes tangibles e intangibles esté sostenida por algo todavía difícil de comprender para nuestras mentes marcadas por siglos, con paradigmas dualistas, antagónicos y confrontativos.

Creo que entre muchos otros descubrimientos que son de relativa proximidad a nuestro presente y que han tenido mucha incidencia en esta visión, ha sido el descubrimiento de que los quantos  atómicos son ondas y partículas simultáneamente y que incluye al observador como factor integrante del fenómeno observado. Esta propuesta es, entre otras, la que sostiene esta particular concepción.
Nuestros cerebros, afectados todavía por el pensamiento lógico como única manera de pensar, por decirlo de alguna manera, no pueden concebir todavía estos enunciados. Es cierto, el mundo subatómico nos devela un comportamiento de las partículas que no se rige por las leyes físicas que nos fueran enseñadas. Y eso nos cuesta.
De veras que esto me ocupa, me preocupa y me cuestiona Y a tantos otros (por suerte, porque siempre hay “unos muchos para compartir”)

Un aspecto, primordial para los seres humanos reside en  sentirnos protegidos, a buen recaudo, es decir, mantener un estado de seguridad que garantice nuestras vidas.
Y esa seguridad puede estar dada por creencias, como por cosas materiales.
Nuestro cerebro emocional rechazará cualquier cuestión que detecte como amenaza y aprobará lo que identifique como conveniente.
Una parte de nuestro cerebro emocional produce este tipo de respuesta automática en un lenguaje digital de si/no,  sin distinguir  de qué se trata el objeto (concreto material o idea o sentimiento) que nos provee seguridad. Y nosotros, los humanos (me enternece nuestra humanidad) podemos llegar a hacer lo que sea con tal de no padecer incertidumbres, carencia de sentidos, conciencia de nuestra finitud o percepción de nuestra angustia existencial.

Fíjense amigas y amigos que tanto se usa el giro “defender una idea” como “defender un territorio”. ¿No es llamativo? Uno “defiende” algo cuando percibe un “ataque”.
Ataque a nuestras cosas o ideas. Y está bien. Digo, está bien porque al cerebro se le presenta como una instancia donde se juega  su propia supervivencia  y desde ese punto de vista nadie desea que su “territorio” concreto o ideal sea destruido.
Es exactamente en este punto en donde puedo “comprender/nos”,  porqué nos cuesta tanto una actitud abierta hacia nuevas concepciones, científicas, humanísticas, artísticas, sociales, etc. etc. etc.

Pongo un ejemplo que creo me ayudará a expresar con un poco de mayor claridad lo que nos sucede en el cerebro cuando recibe estímulos que le cuestionan lo establecido como verdades.
Vamos al ámbito educativo. Si a un profesor/ra., que durante cuarenta años enseñó de una determinada manera, con un sistema que le fue dado cuando estudiaba, con creencias, dogmas y métodos que se mantienen desde hace siglos y que funcionan como verdades absolutas e inamovibles  y de pronto se encuentra con que le proponen algo diferente, pues es muy probable que tenga una respuesta negativa, casi automática, ante lo nuevo. Porque el cerebro lo vive como una amenaza a su supervivencia, lo hace tambalear.  Y éste, nuestro enternecedor profesor/ra del ejemplo, lo que menos desea es dejarse atravesar por la duda, que lo dejará en un estado de indefensión por demás angustiante. Por eso el rechazo. La sensación de amenaza de la idea en este caso es vivida para el que la padece, como si fuese un león que está por devorarlo.
El “chip cerebral digital emocional” del si/no funcionará de maravillas.

Esta reacción posible de nuestro ejemplo es aplicable en todas las disciplinas y se da en todas las áreas, y por cierto en la historia del conocimiento se ha dado una y otra vez hasta el agotamiento. Pues amigos y amigas esto no es para censurar, ni condenar. Es para comprender.

Por eso, me parece de suma importancia comprender profundamente este mecanismo, para todos aquellos que por un motivo u otro proponen distintos puntos de vista con respecto a los establecidos, en todas las áreas del hacer humano. En cualquier ámbito que nos movamos ya sea de ciencias, filosofía, ya no se habla de certezas, se habla de probabilidades. Y es en este punto que el arte hizo su mayor aporte. Las llamadas ciencias duras consideran lo observado e investigado como modelos de ficción donde la capacidad de imaginar es el eje fundamental. Hay una fuerte revalorización de la metáfora.

Si al condicionamiento constitutivo de rechazar lo nuevo cuando se percibe como amenaza a nuestra supervivencia, le agregamos en nuestra imaginación que quien está encargado de transmitir y presentar lo nuevo lo hace con imposiciones y prepotencias,
pues estemos seguros, queridos amigos y amigas, que los cerebros emocionales de los demás dirán un rotundo ¡NO!, así,  con mayúsculas.
Pero si oficializamos  el miedo que nos produce  lo nuevo propuesto y nos abocamos a darle pase libre de aduana a otros sectores cerebrales que se encargarán de su análisis, es probable que morigeremos la angustia, que caigamos en la cuenta que no existe peligro inminente del ataque de una fiera. Y  más también, es probable que hasta nos diviertan los cuestionamientos. Y de eso se trata el conocer, del placer de las preguntas, que nos llevan a saber lo que no sabemos. Y en estas mis reflexiones, el protagonismo absoluto lo tiene “el devenir de los procesos”. O sea, del modo en que se transmiten los conocimientos, se deduce la consideración  o no consideración del otro con sus necesarios tiempos de elaboración. Y esto es válido en cualquier situación de aprendizaje, ya nos toque jugar el rol de alumno o de maestro.

Y casi como consecuencia podamos sorprendernos con el reemplazo de frases como: “Esto es así y punto” o “Las cosas son de una sola manera” o “No me vengas con cambios porque si hace siglos que se hacen así es por algo” “Qué pregunta ni pregunta, lo que importan son las certezas, no las preguntas” y otras del mismo tenor,  por otras como: “¡Qué interesante observar mi propia evolución!”, “Oh! Oh!, este asunto de  jugar este juego del aprendizaje de la vida e ir estableciendo las reglas que descubro es muy divertido” y otras miles de frases más que a quien lee se le ocurran y que con toda seguridad serán más “jugosas” que las que escribo.

Este reemplazo lleva tiempo de elaboración sencillamente porque nuestras redes neuronales sobre ciertas creencias están fortalecidas filogenéticamente y ontogenéticamente. En la medida que sepamos lo que nos sucede y cómo funcionamos, podremos,  dicho de una manera sencilla,  “mimar y amigarnos con nuestras dificultades”, o con frases hechas como “perdonarnos las resistencias”, seremos los artífices y creadores del alivio que ha de permitirnos con derecho y con paciencia hacia nosotros mismos y los demás, transcurrir todos los tiempos necesarios que nos lleve esa elaboración.

En la medida en que le demos entrada a las nuevas ideas, estas abrirán nuevos canales de comunicación entre las neuronas que andarán de fiesta contactando unas con otras ocupadas en comparar, cambiar, descartar, reafirmar y sobre todo diseñar, desplegar y constituir más circuitos de rutas cerebrales conformando un entramado generoso, rico, fértil, frondoso.