ME ENTERNECE NUESTRA HUMANIDAD CON TODOS SUS MIEDOS
Artículo de Patricia Hart
Teatro y Neurociencias / Patricia Hart
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Estamos en una etapa donde la consideración de los temas que
se traten, pasa más por la interrelación de las partes de un todo, por el
movimiento y la modificación y por el proceso de cambio permanente, que por un
simple enunciado de los elementos que lo componen. Dicho de otro modo sería el
tratamiento funcional de los sistemas considerándolos como un conjunto formado
por partes que se relacionan.
Es muy probable que esta perspectiva, que privilegia la
transformación, mutación continua o “mudanza” (linda palabra, me gusta cómo
suena, es musical) de los entes tangibles e intangibles esté sostenida por algo
todavía difícil de comprender para nuestras mentes marcadas por siglos, con
paradigmas dualistas, antagónicos y confrontativos.
Creo que entre muchos otros descubrimientos que son de
relativa proximidad a nuestro presente y que han tenido mucha incidencia en
esta visión, ha sido el descubrimiento de que los quantos atómicos son ondas y partículas
simultáneamente y que incluye al observador como factor integrante del fenómeno
observado. Esta propuesta es, entre otras, la que sostiene esta particular
concepción.
Nuestros cerebros, afectados todavía por el pensamiento
lógico como única manera de pensar, por decirlo de alguna manera, no pueden
concebir todavía estos enunciados. Es cierto, el mundo subatómico nos devela un
comportamiento de las partículas que no se rige por las leyes físicas que nos
fueran enseñadas. Y eso nos cuesta.
De veras que esto me ocupa, me preocupa y me cuestiona Y a
tantos otros (por suerte, porque siempre hay “unos muchos para compartir”)
Un aspecto, primordial para los seres humanos reside en sentirnos protegidos, a buen recaudo, es
decir, mantener un estado de seguridad que garantice nuestras vidas.
Y esa seguridad puede estar dada por creencias, como por
cosas materiales.
Nuestro cerebro emocional rechazará cualquier cuestión que
detecte como amenaza y aprobará lo que identifique como conveniente.
Una parte de nuestro cerebro emocional produce este tipo de
respuesta automática en un lenguaje digital de si/no, sin distinguir de qué se trata el objeto (concreto material o
idea o sentimiento) que nos provee seguridad. Y nosotros, los humanos (me
enternece nuestra humanidad) podemos llegar a hacer lo que sea con tal de no
padecer incertidumbres, carencia de sentidos, conciencia de nuestra finitud o
percepción de nuestra angustia existencial.
Fíjense amigas y amigos que tanto se usa el giro “defender
una idea” como “defender un territorio”. ¿No es llamativo? Uno “defiende” algo
cuando percibe un “ataque”.
Ataque a nuestras cosas o ideas. Y está bien. Digo, está
bien porque al cerebro se le presenta como una instancia donde se juega su propia supervivencia y desde ese punto de vista nadie desea que su
“territorio” concreto o ideal sea destruido.
Es exactamente en este punto en donde puedo “comprender/nos”, porqué nos cuesta tanto una actitud abierta
hacia nuevas concepciones, científicas, humanísticas, artísticas, sociales,
etc. etc. etc.
Pongo un ejemplo que creo me ayudará a expresar con un poco
de mayor claridad lo que nos sucede en el cerebro cuando recibe estímulos que
le cuestionan lo establecido como verdades.
Vamos al ámbito educativo. Si a un profesor/ra., que durante
cuarenta años enseñó de una determinada manera, con un sistema que le fue dado
cuando estudiaba, con creencias, dogmas y métodos que se mantienen desde hace
siglos y que funcionan como verdades absolutas e inamovibles y de pronto se encuentra con que le proponen
algo diferente, pues es muy probable que tenga una respuesta negativa, casi
automática, ante lo nuevo. Porque el cerebro lo vive como una amenaza a su
supervivencia, lo hace tambalear. Y
éste, nuestro enternecedor profesor/ra del ejemplo, lo que menos desea es
dejarse atravesar por la duda, que lo dejará en un estado de indefensión por
demás angustiante. Por eso el rechazo. La sensación de amenaza de la idea en
este caso es vivida para el que la padece, como si fuese un león que está por
devorarlo.
El “chip cerebral digital emocional” del si/no funcionará de
maravillas.
Esta reacción posible de nuestro ejemplo es aplicable en
todas las disciplinas y se da en todas las áreas, y por cierto en la historia
del conocimiento se ha dado una y otra vez hasta el agotamiento. Pues amigos y
amigas esto no es para censurar, ni condenar. Es para comprender.
Por eso, me parece de suma importancia comprender
profundamente este mecanismo, para todos aquellos que por un motivo u otro proponen
distintos puntos de vista con respecto a los establecidos, en todas las áreas
del hacer humano. En cualquier ámbito que nos movamos ya sea de ciencias,
filosofía, ya no se habla de certezas, se habla de probabilidades. Y es en este
punto que el arte hizo su mayor aporte. Las llamadas ciencias duras consideran
lo observado e investigado como modelos de ficción donde la capacidad de
imaginar es el eje fundamental. Hay una fuerte revalorización de la metáfora.
Si al condicionamiento constitutivo de rechazar lo nuevo
cuando se percibe como amenaza a nuestra supervivencia, le agregamos en nuestra
imaginación que quien está encargado de transmitir y presentar lo nuevo lo hace
con imposiciones y prepotencias,
pues estemos seguros, queridos amigos y amigas, que los
cerebros emocionales de los demás dirán un rotundo ¡NO!, así, con mayúsculas.
Pero si oficializamos
el miedo que nos produce lo nuevo
propuesto y nos abocamos a darle pase libre de aduana a otros sectores
cerebrales que se encargarán de su análisis, es probable que morigeremos la
angustia, que caigamos en la cuenta que no existe peligro inminente del ataque
de una fiera. Y más también, es probable
que hasta nos diviertan los cuestionamientos. Y de eso se trata el conocer, del
placer de las preguntas, que nos llevan a saber lo que no sabemos. Y en estas
mis reflexiones, el protagonismo absoluto lo tiene “el devenir de los procesos”.
O sea, del modo en que se transmiten los conocimientos, se deduce la
consideración o no consideración del
otro con sus necesarios tiempos de elaboración. Y esto es válido en cualquier
situación de aprendizaje, ya nos toque jugar el rol de alumno o de maestro.
Y casi como consecuencia podamos sorprendernos con el
reemplazo de frases como: “Esto es así y punto” o “Las cosas son de una sola
manera” o “No me vengas con cambios porque si hace siglos que se hacen así es
por algo” “Qué pregunta ni pregunta, lo que importan son las certezas, no las
preguntas” y otras del mismo tenor, por
otras como: “¡Qué interesante observar mi propia evolución!”, “Oh! Oh!, este
asunto de jugar este juego del
aprendizaje de la vida e ir estableciendo las reglas que descubro es muy
divertido” y otras miles de frases más que a quien lee se le ocurran y que con
toda seguridad serán más “jugosas” que las que escribo.
Este reemplazo lleva tiempo de elaboración sencillamente
porque nuestras redes neuronales sobre ciertas creencias están fortalecidas
filogenéticamente y ontogenéticamente. En la medida que sepamos lo que nos
sucede y cómo funcionamos, podremos, dicho de una manera sencilla, “mimar y amigarnos con nuestras dificultades”,
o con frases hechas como “perdonarnos las resistencias”, seremos los artífices
y creadores del alivio que ha de permitirnos con derecho y con paciencia hacia
nosotros mismos y los demás, transcurrir todos los tiempos necesarios que nos
lleve esa elaboración.
En la medida en que le demos entrada a las nuevas ideas,
estas abrirán nuevos canales de comunicación entre las neuronas que andarán de
fiesta contactando unas con otras ocupadas en comparar, cambiar, descartar,
reafirmar y sobre todo diseñar, desplegar y constituir más circuitos de rutas
cerebrales conformando un entramado generoso, rico, fértil, frondoso.